Camino como perdida
y no me puedo encontrar,
pregunto al sol de la mañana
y no responde, se esconde.
Sigo, interrogo a la luz de la tarde
y no sabe quien soy,
recuerda a otra persona
que reía como un cascabel.
Ruego a la penumbra del ocaso,
le persigo, corro, le alcanzo,
llora de pena por mi
al ver mi mirada opaca, vacía.
Despierto temblando y feliz.
Sólo era un sueño celoso.
María Arteaga
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