Ahora, cuando tus ojos buscan los míos,
soy capaz de sostener tu mirada.
Hubo un tiempo que no sabía si mirar
al cielo o esconderme debajo del mar.
Hoy te miro de frente y sin palabras
te digo...¡Dios, cómo te adoro!
Sabes que te quiero más que a mi vida.
Por eso, me duele tu cansancio
y tantas horas perdidas.
Ayer me dijiste: ¡Te quiero con locura!
Guardaré tus palabras en mi corazón
junto a otros tesoros que son mi fortuna.
María Arteaga
***