miércoles, 31 de agosto de 2011

Aquel anochecer














Una cajita de hojalata llenó de sueños
cuidando cada detalle al máximo,
dio todo lo que pudo y mucho más.

Cada día la abría ilusionada
deseando guardar algún pequeño tesoro,
lo  que él quisiera, ella no nada pedía,
solo esperaba lo que él  le pudiera dar.

Pasó el tiempo y su alma se encogió
restando alegría a su mirada y sonrisa,
poniendo una mueca en su lugar.

Ya no fue la misma de aquella tarde
que cumpliendo sus deseos
confundió el matiz de sus palabras,
desde entonces, no dejó de soñar.


María Arteaga

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domingo, 28 de agosto de 2011

Cauce de recuerdos


Para Toñi, Enrique y su hija Claudia, por su cariño, por todo
















Ayer volví a subir al viejo castillo
y bajé hasta el sendero del bosque.
Paseé entre sombras y música de agua
y disfruté de la mañana discreta.
Lloré sin que nadie me viera,
ella me acompañaba, escuchaba mis palabras
y mientras hablaba creo que nada percibió.
Árboles de mi infancia y de la suya,
ribera de pinos y moras maduras,
piñas con olor a resina
y uvas colgadas como alhajas de los cañizos.
Recuerdos de tiempos pasados
donde la familia era un racimo compacto;
hoy apenas somos el tallo y algunos granos,
como pasas dulces de  arrugada piel
y fruta fresca con el alma hecha jirones.
A pesar de las dolorosas ausencias,
recordar nos hizo felices y mereció la pena.


María Arteaga

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viernes, 19 de agosto de 2011

A la mar

















Azul y espejo, reflejo de cielo.
Rocas grises en un día de verano
donde todo era maravilloso.
Las olas se habían vestido de encaje
para el baile de la mañana,
saltaban a ritmo de tango
entre brazos enredados en abrazos
y piernas anudadas de amor.
Era fiesta, fiesta de gala en agosto
entre arena y huellas de piel,
resaca de agua y sal.

Besos ansiosos, dulces y salados.

En el horizonte serpenteaban los barcos,
veleros anclados en puerto
cerca de la playa del azar.
Seres ajenos a ellos observaban
la felicidad que desprendían,
las aguas entornaron los ojos coquetas
intentando retener al amante,
que dijo como despedida...
¡Cómo me gusta la mar enojada!
y los dos se alejaron entre murmullos
de las rocas...las olas...su mar.


María Arteaga

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miércoles, 10 de agosto de 2011

A tu lado, juntos...














Te has marchado de gris.
Aún guardo en mis manos
el calor de las tuyas,
en mi boca, el sabor de tus besos.

Mis pupilas húmedas retienen
tu mirada del adiós en la tarde,
a la espera del encuentro feliz
del próximo día.

Imagina donde nos despedimos
y verás una alameda verde
con mesas y sillas de mimbre,
y a mí, escribiendo este poema.


María Arteaga


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