Te gustaba tu casa del pueblo
con la higuera repleta de higos
que tu padre cogía al alba
para el desayuno de verano.
Y revoloteaste entre las flores
como las mariposas en invierno,
buscando el abrigo del silencio
y la paz de tu alma.
Fuiste feliz entre nosotros,
familia, amigos y compañeros,
volviste a disfrutar del olor a azahar
de tu tierra murciana.
Y hoy, regresas involuntariamente,
forzada a decirnos adiós sin lágrimas,
mientras nosotros lloramos en silencio,
a veces, con la voz desgarrada.
Serás la risa de ayer junto al mar
y la voz desde el frío de Bélgica.
Eres, amiga, llanto de hoy...
Y para siempre, recuerdos y pena.
A Margarita Monteagudo Aguilar
In Memoriam
María Arteaga
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