
Pasan los días, los años, el tiempo...
La mirada pierde ese punto de luz
que emborracha a quien mira,
pero curiosamente, gana en dulzura.
La piel se cubre de marrones
y rayas que desdibujan su cara,
opaca a veces su risa, marchita...
De sus ojos salen estrellas
cuando les ve llegar junto a su madre,
hija que hizo de ella una abuela feliz
a pesar de tantas y tantas cosas.
Qué delicia cuando de su boca
salen esas palabras mágicas...
¡Abuela María!
María Arteaga
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