miércoles, 28 de marzo de 2012

MESA PARA DOS



¡HOLA!

Os dejo mi relato con el que gané el segundo premio del concurso de Guadalupe. Espero vuestra sincera opinión. Y no vale lo de tanto anónimo :-)




MESA PARA DOS

Con las manos entrelazadas, Miguel le preguntó a la mujer que le miraba con lágrimas en los ojos—¿Parece un sueño, verdad? Ella asintió mientras apoyaba la cabeza en el pecho del  hombre. Desde ese instante, el pasado  se adueñó de ellos.

                                                        ***          

             Sofía había salido a dar un paseo, estaba de nuevo en la ciudad y se sentía extraña sola, cuando salía, siempre iba acompañada.      
Caminaba despacio, hacía tiempo que cuidaba donde ponía los pies, ya no era una jovencita y llevaba mucho cuidado cuando se calzaba  zapatos con un poco de tacón, especialmente al pasar por  calles empedradas, o como ésta que le llevaba al museo y que aún estaba pavimentada de adoquines.
 Años atrás había trabajado allí.  En la terraza del edificio  había un bar, donde tranquilamente,  podías tomar un café viendo el río y las carpas saltar, ¡Hacía tanto tiempo de aquello!
            Siguió paseando y observando cada rincón, todo había cambiado, lo mismo que ella. 
Sofía era menuda y viva, su rostro tenía surcos que ella lucía con la alegría que siempre la había caracterizado, y sus ojos resplandecían. Ni el tiempo ni la depresión que había sufrido, habían  cambiado su corazón ni el romanticismo que siempre le perseguía.
Un nudo le oprimía la garganta haciendo que casi no pudiera respirar, empezó a subir los escalones, y  sonrió levemente al darse cuenta de que todavía era capaz de hacer esa proeza sin cansarse demasiado.
Atravesó el puente y se paró ante el semáforo que parpadeaba  en ámbar;  una señal  le advertía  de algún peligro, no recordaba que pasara el tranvía por esa avenida. Entonces se dio cuenta que había olvidado o desconocía muchas cosas.
 Cruzó la calle y llegó al jardín. Sus pasos le hicieron detenerse ante la escultura ennegrecida, y prosiguió su camino admirando la belleza de las plantas.
Estaba un poco cansada, ya en la cafetería,  acercó una silla a la mesa y se sentó, dejando el bolso en otra silla. El camarero llegó y le saludó,  al tiempo que le preguntaba  qué deseaba tomar. Ella le pidió un café con leche.
A lo lejos, entre las fuentes de agua y las flores, caminaba un hombre tranquilo  con paso firme y seguro.
 Algo le alertó, levantó  la mirada de la novela  que acababa de sacar de la bolsa de papel,  y con la delicadeza de sus temblorosas manos, la dejó sobre la mesa.
           El médico le había dicho  esa misma mañana, que no se preocupara por el leve temblor, que eso era lógico a su edad, aún así sentía miedo.
       Miró al caballero que le pedía permiso para compartir mesa, era el mismo que le hizo desistir de la lectura, algo había en él que le era familiar, pero no sabía qué. Asintió con un leve movimiento de cabeza. El hombre se sentó frente a ella sonriendo. Sofía le miraba intrigada, era ya mayor para juegos de seducción, pero ese rostro era conocido,  como  su sonrisa.
            —Hola Sofía, me temo que no recuerdas quién soy.  Mirándole a los ojos, la señora contestó —No. Y continuó.
—Al parecer  usted me conoce, pero yo no recuerdo quién es.  Miguel, que así se llamaba el caballero,  prosiguió —Han pasado muchos años y ni uno solo que no te recordara, estás igual de preciosa que la tarde que desapareciste de mi vida. Pregunté por ti hasta la desesperación, y todos nuestros amigos y conocidos, me respondieron lo mismo, que te habías marchado fuera de España, nadie supo donde, hasta que esta mañana  tu hija me ha llamado para comunicarme que estabas aquí,  dijo  Miguel, ¿y cómo sabía Celia tu número de teléfono?, preguntó Sofía, con esa pose que él  también recordaba: con las manos juntas, sujetaba su barbilla—Te cuento, dijo el hombre emocionado.
—Hace años, nos enamoramos como dos adolescentes, pero ambos  teníamos familia.  Un día me diste la dirección de tu hija y su número de teléfono, “por si pasaba algo”, me dijiste, yo guardé esos datos como un tesoro, y he llamado a Celia muchas veces, he visitado su casa, y ella siempre me decía que estabas bien, pero que necesitabas paz tras la ausencia de su padre, tu esposo. Cuando supe lo de su lamentable accidente, pensé que tú aparecerías, pero me equivoqué  Yo respetaba tu silencio, pero sabía que la causa era otra,  te juro que no pude hacer nada por nosotros en aquellos días, y cuando Maite, mi mujer, abandonó nuestra casa,  tú ya habías desaparecido sin dejar rastro.
         Recuerdo que un día me dijiste que si enfermabas  a causa de nuestra separación,  yo no me enteraría, y cumpliste tu palabra. Quiero que sepas que he sufrido un infierno durante todo el tiempo. Desde que te conocí, como te dije, has sido lo más importante de mi vida.
          Ya estoy jubilado,  mi mujer hace años que me abandonó y marchó con otro hombre. ¿Recuerdas?, siempre pensamos que seriamos dos escritores famosos, y yo he necesitado durante todos estos años que supieras de mis éxitos. Por fin publiqué mis cuentos y novelas, ¡Y te he echado tanto de menos!
            Sofía escuchaba sin parpadear, por más que lo intentaba, no le recordaba, seguro que los médicos y su familia, le ocultaban algo. Junto al hombre que estaba a su lado, sentía sosiego, le era familiar el timbre de su voz, y sobre todo su risa.
Escuchó una voz a su lado, —Mamá,  dijo Celia solícita, —tienes que tomar tus medicinas, y la señora le miró suspirando, eran muchas emociones para un solo día, estaba cansada de acatar órdenes, tomar medicamentos y dormir todas las horas que le decía el doctor. Ahora era su hija la que daba instrucciones, que junto a sus hijos,  habían salido en su busca.
            —No te preocupes Celia, yo me ocuparé que tu madre tome su medicación y trataré de hacerle recordar quién soy,  y lo importante  que es para mí nuestro reencuentro; seguro que reacciona,  no es posible que me haya olvidado; estoy seguro que se acordará de mí  cuando le hable un poco de nuestro pasado. Aclaró Miguel acariciando las manos de Sofía, que sin saber por qué, ella no deseaba retirar.
                   Y de nuevo suspiró, esta vez, feliz.



María Arteaga


***

14 comentarios:

El Sol dijo...

PRECIOSO. ME ENCANTA. BESOS MUCHOS.

Lian dijo...

Muchas gracias, señora. Es muy lindo, me ha emocionado con su historia. Un abrazo sincero.

joqui dijo...

Me a encantado, con la naturalidad que esta escrito.
Besos.

Anónimo dijo...

Preciosa historia, parece un hecho real. BESOS

Rocío dijo...

Es merecedor de muchos precios, está muy bien redactado, son historias imbricadas y personajes entrelazados, que producen un resultado muy bonito.

Nereidas-andresdeartabroblogpost,com dijo...

Solo0 quiero decirte que me gusta y si fuese jurado , lo tendría muy presente, especialmente por la naturalidad con que cuentas cosas ¡tan posibles!y con tanta espontaneidad.
Besos.

Anónimo dijo...

Te felicito por tu bonito relato.
Besitos mi niña.

D. B. dijo...

Es ginial la capacidad que tienes de expresarte.
Te felicito, besos.

Anónimo dijo...

Una Historia que toca los sentidos y emociona mucho..

besos

✿ღڪےღڰۣ✿ღڰۣ✿ღڪےღڰۣ✿ღڪےღڰۣ✿

Talismán dijo...

Preciosa historia aunque un poco triste. Tiempo perdido con un final feliz. La vida es corta, y lo más importante es que no nos damos cuenta. Me gusta tu relato, es de primer premio. Besos, bonita.

uno mas dijo...

Que bonito poema....Besos.

Vagner dijo...

Precioso. La vida es mismo una calle en adoquines.
Besos. Vagner

María dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios, alimento de mis palabras. Besicos

Rocío '' la chica del autobús'' dijo...

Es absolutamente precioso, normal que ganases. Un besito :)