martes, 13 de enero de 2009

Sabor a chocolate



Eleanor Trap se matriculó en la American University para estudiar Literatura Inglesa. Ahora se daba cuenta de que ése era su sueño desde que se aficionó a leer con su tía Alma. Cada día que pasaba comprendía más lo mucho que ella le había influido.
La estancia en la Universidad comenzó siendo instructiva y divertida. Se pasaba las horas en una esquina del tercer piso de la biblioteca central devorando autores, historias, pasiones, reflexiones y sueños. Luego caminaba al atardecer hacía su casa por las dulces veredas de arboles centenarios que coloreaban el paisaje a su paso.
Pasaba por delante de la sinagoga judía, veía a los perros juguetear con sus dueños en las explanadas verdes, se contoneaba al caminar por delante de la vieja Universidad de Georgetown, llegaba hasta la Levine School donde trabajaba su padre y giraba a la izquierda hasta llegar a casa.
Su vida, ahora se daba cuenta, era dulce y aproblemática. Algo parecido a la felicidad.
Pero en segundo año entró en la clase del profesor Richard Kearns, que les dijo que ellos podrían conseguir lo que se propusieran en la vida, que la constancia era la madre del éxito y que el fracaso no existía si nunca dejaban de intentarlo. Richard Kearns sabía que sus alumnos soñaban con ser escritores y que la facultad acabaría con sus sueños. Richard Kearns proyectaba optimismo, seguridad, fe en ellos y así, Eleanor Trap, inevitablemente se enamoró de él.
Esta aventura la intruduciría en el mundo del amor y el sufrimiento del que nunca más se vuelve a salir.
El establecimiento de la relación con el profesor Richard Kearns requirió más de cinco meses. En febrero de 1960 Eleanor Trap consiguió que su profesor de Géneros Literarios la llamara por teléfono por primera vez. Richad Kearns no se ando con rodeos ni puso excusas para llamarla:
-Eleanor- le dijo-, creo que deberíamos dejarnos de cortesías y si queremos pasar más tiempo juntos hacerlo sin ningún reparo.
A Eleanor le encantó su franqueza. No era como todos los compañeros timoratos de su facultad que decían mil tonterías antes de proponer sus intenciones. Quedó con él y la invitó a su casa. Richard Kearns sabía que aquel era el tabú entre los tabúes:subir al apartamento de un hombre soltero, por eso mismo él quiso empezar por ahí: por romper y desmitificar.
Ella debía ver quién era él, sencilla y desnudamente desde el principio. Ella subió un poco asustada pero comprendiendo en su fuero interno que tan rápidamente no podian ir las cosas y que su profesor de Géneros Literarios no iba a desnudar a una estudiante cojita nada más llegar, el primer día de la cita.
Richard Kearns se mostró torpe- como era- en la cocina. Intentó que ella se sintiera como en el piso de estudiante de unos amigos y gran parte de la noche la pasaron en la cocina, el lugar, según él decía, donde se encontraba menos tenso y más en familia, en recuerdo de las horas con su madre y sus hermanos en interminables desayunos y cenas. Richard Kearns sabía que mientras estuvieran lejos de una cama o un sofá ella se encontraría relajada y natural.
Ambos sabían, no obstante, que todo aquello no era más que una estrategia, pero la estrategia cumplía con todos los ritos del apareamiento de la clase intelectual elevada.
Richard Kearns le leyó sus páginas selectas de la poesía inglesa: Tennyson, Wordsworth, incluso Kiplig y Oscar Wilde; para recalar después en sus coterráneos Longfellow y por fin en Whitman, de quien le leyó:

serénate- no estés incomoda conmigo-, yo soy Walt Whitman, generoso, y lleno de vida como la Naturaleza.

Mientras el sol no te rechace, no te rechazaré.

Mientras las aguas no se nieguen a brillar para ti y las hojas a susurrar para ti, mis palabras no dejarán de brillar y de susurrar para ti.
Mi niña yo te cito y te pido que te prepares para ser digna de encontrarte conmigo.

Y te pido que seas paciente y perfecta hasta que yo venga.

Hasta entonces te saludo con una mirada expresiva para que no me olvides.

Y Richard Kearns miró tiernamente a Eleanor Trap.

Del libro "Sabor a chocolate " .
José Carlos Carmona.

***

4 comentarios:

María dijo...

Eleanor revulocionó la fabricación de chocolate aumentando la cantidad de azucar.! Menudo éxito ¡
Yo estoy pensando en montar una confitería, mis bizcochos y cordiales son muy ricos.
Riquisimoss.

Anónimo dijo...

Una vez mas vuelves vestir lo que pudiese resultar simple de atractivo.Dulce cincel es tu pluma para esculpir la morfologia de un film en piedra de iman.Dulce pluma como el chocolate y primario deseo de comunicacion como primario es el cacao.Saludos de menta.

María dijo...

Gracias por tus lindos elogios. Me gusta saber que entras a leer mis cosas, la poesia siempre presente en ti, menta de jardin.Un beso.

María dijo...

Escucha menta. Siempre te lo digo, tus palabras son versos hilvanados de la mejor calidad. Si a tí te gustan mis poemas, a mí me gustan tus versos.Empate.Un beso.